Nunca fuimos dos extraños, te llevaba dentro sin saberlo. Jamás fuimos dos extraños, la sensación de que ambos nos conocíamos era algo que ninguno pudimos controlar, era inevitable.
Un ráfaga de luz ilumina un nuevo camino oculto hasta ahora, un soplo de aire muy fresco limpia una estancia cerrada, durante demasiado tiempo, con aire rancio y enrarecido. Cogeré una buena bocanada de este nuevo aire y caminaré firme, disfrutando.